A diario vemos a nuestro alrededor un sinnúmero de personas, con distintas funciones, haciendo diferentes trabajos, todos tratando de generar sus ingresos lo más dignamente posible. Y los camareros no son la excepción. Ellos al igual que nosotros tienen sentimientos, esperanzas y frustraciones. Valen lo mismo. Démosles el trato que merecen.
Un camarero es una persona que tiene como oficio atender las mesas en restaurantes o los camarotes en barcos, preparar las bebidas en bares, servir la comida, refrescos y licores en fiestas o eventos privados; en fin, están en todas partes.
En muchísimas ocasiones son maltratados o menospreciados, injustamente, por quienes tendríamos que sentir solo agradecimiento por los servicios recibidos. Veamos a continuación una lista de aquellas actitudes que no deberíamos tener hacia los camareros:
- No los llamemos silbándolos o gritando. Si somos visitantes asiduos del lugar aprendamos el nombre. Si estamos allí por primera vez, solo levantemos la mano y aguardemos que la vea.
- No llamemos al mozo y esperemos a que se acerque para entonces pensar qué platos deseamos pedir. Su función no es atendernos a nosotros solamente, se ocupa también de otros. Seamos considerados con su tiempo.
- No tratemos de ayudarle a hacer su trabajo. Intentar limpiar la mesa con servilletas o recoger las sucias y meterlas dentro de los vasos da una mala imagen. Dejémoslo así, él se encarga.
- Si se equivoca con nuestro pedido, y esto puede suceder porque es humano y tiene que retener muchísimas cosas en la cabeza, no le gritemos, ni lo insultemos. Seamos paciente y esperemos sin enojarnos a que el error sea corregido.
- No permitamos que nuestros niños corran por el local, ese no es un parque y la probabilidad de que choquen con el mesero es alta. Esto pudiera generar una situación peligrosa si en el momento estuviera llevando bandejas.
Así también podemos incluir algunos aspectos positivos: sonriamos al llamar al mesero, tratémosle con cortesía y consideración como nos gustaría ser tratados y, sobre todo, pongámonos en su lugar a la hora de decidir la propina.
Recordemos que si ellos hacen la labor con agrado, nosotros saldremos beneficiados.